Yo estaba allí amigos, lo vi de primera mano. Fue el año pasado, en el evento de Kinect durante el E3. Se apagaron las luces, empezaron a sonar los primeros compases de la musiquilla que compuso en su día John Williams y a todos se nos puso la piel de gallina. ‘Star Wars Kinect’, ¿por fin podríamos tener el tan ansiado juego de sables láser? ¿Iba a ser posible?
Nos mostraron un trailer espectacular que, digerido con tiempo, mostraba más lo que queríamos ver que la realidad. Al acabar la sala rompió a aplaudir de un modo bestial. Han pasado 12 meses y la realidad nos ha golpeado con la misma virulencia que un Sith después de sufrir una indigestión de gambas. ‘Star Wars Kinect’ se volvió a mostrar y esta vez jugando en tiempo real. Nadie aplaudió al finalizar la demostración.
Quizá es que aquello no era lo que queríamos ver. Quizá es que nos dimos cuenta, después de tener Kinect instalado en casa, que lo que muchos hemos soñado todavía no es posible.
Un juego sobre raíles, con un lag de la leche (esperemos que lo arreglen), en el que te limitas a dar mandobles que esperemos se correspondan realmente con los movimientos que realiza el jugador y no sean animaciones prefijadas, gráficos infantilizados… sí, enciendes el sable con la voz, saltas para que el personaje salte, usas la fuerza (atención que falla la mecánica cuando la usa el chico que juega)… pero no parece ser suficiente, ni mucho menos.
No quiero estar ante otro ‘Red Steel’, no quiero. Por favor, con Star Wars no. Con los Jedi no…
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